Prólogo: La historia que ya fue contada.
— ¡Rápido, asegúrense de evacuar a los civiles de inmediato! – todo era un desastre, aquella bestia había apareció de la nada, y como si fuera una calamidad de la naturaleza, hizo pedazos todo lo que estuviera delante – no podremos concentrarnos en la pelea hasta que toda esta gente este lejos – pensó uno de los guardias de aquella ciudad, al ver las cientos de naves que iban hacia la batalla.
Atacaron tan pronto lo tuvieron cerca, pero las flechas y lanzas rebotaban contra sus escamas, que eran más duras que el metal. Era casi imposible acercarse más, ya que las olas que provocaba con solo agitar su colosal cuerpo, arrojaban por los aires a cualquier embarcación que se aproximara. Incluso si esa criatura era solo una bestia, aquellos hombres que lo estaban enfrentando se dieron cuenta que esa cosa, solo estaba jugando con ellos, disfrutando del desastre que su simple presencia había provocado.
— Este maldito animal ¡Esta bestia debe morir esta noche! ¡¿Me han
escuchado?! – aquel fue el potente grito del capitán, la última orden antes
de hundirse en esas frías aguas.
Con solo dejar caer su cola, el más grande de los navíos fue partido por la
mitad, destrozado al igual que las esperanzas de victoria de todos aquellos
que se atrevieron a retar a la bestia que gobierna los mares, al rey del
océano, el Leviatán. Al ver los restos del cuerpo de su capitán flotar cerca
de ellos, sintieron que sus manos dejaron de responderles, sintieron que sus
espadas, que sus lanzas, que cada una de sus armas pesaban más que antes,
dejándolas caer mientras se postraban ante el soberano de mar.
Quisieron gritar, pero ni siquiera tenían fuerzas para eso – ni un solo
rasguño – dijo uno de entre los miles que miraban de frente a su muerte,
mientras contemplaba como el Leviatán seguía destruyendo las naves y a sus
tripulantes – ni siquiera un
maldito rasguño, pudimos hacerle a ese animal – sus llantos y sus suplicas,
eran silenciadas por el retumbar de los truenos y los rugidos del monstruo
que estaba delante, sus lágrimas eran invisible bajo la lluvia, e
insignificantes en comparación al mar de sangre que el monstruo había
creado, con las vidas de todos aquellos que se atrevieron enfrentarlo.
Sus esperanzas desaparecieron, eran cadáveres vivientes a la espera del
golpe final, siendo pacientes hasta que el monstruo se dignara a matarlos –
por favor – fue un susurro que apenas podía ser escuchado – por favor – palabras que comenzaba a resonar, cuando muchos las
pronunciaron – por favor, por favor ¡Por favor! – repetían incesantemente
con cada vez más fuerza – si existe alguien que pueda matar a esa cosa, si
existe alguien que pueda hacerlo ¡¡¡Por favor!!! – fue el potente grito entonado por todos los que aún estaban vivos, un grito que llegó incluso
hasta los cielos – Sálvenos.
Aquella fue la débil suplica que le hicieron a alguien que no sabían si
existía, una petición desesperada que llegó hasta el firmamento. Ya nada
podía hacerse, ni siquiera habían logrado vencer al monstruo delante de
ellos, y esta no era la única calamidad que los había atacado, ya que al
norte y al este, 2 monstruo inclusive más terribles que el Leviatán
devastaban los reinos. Era como si el infierno se hubiera abierto y arrojado
a los demonios más peligrosos que poseía, pero al igual que el abismo de
dónde salieron esas criaturas, el cielo también arrojó a seres para
combatirlos.
El mar, la tierra, incluso el mismísimo cielo se estremeció, y un profundo
terror fue lo único que sintieron los que estaban presentes, incluso aquella
criatura parecía confundida y asustada ante lo que estaba sucediendo. Olas
cada vez más grandes golpeaban el cuerpo del Leviatán, como si el mar
estuviera intentando someterlo, y una voz resonó en el horizonte
sacudiéndolo todo – ¡¡¡Existe alguien capaz de hacerlo!!! – una voz tan
potente que casi deja sordos a todos los que llegaron a escucharla, y un
instante después un rayo atravesó las nubes, golpeando a la bestia haciendo
que gritara de dolor.
Todos los navíos que aun flotaban salieron volando, se elevaron hasta casi
rozar las nubes, tanto que aquel monstruo se veía diminuto desde esas
alturas, pero lo que hizo que se quedaran sin aliento, aquello que los
sorprendió más que cualquier otra cosa, fue ver a un solo hombre delante del
Leviatán, uno solo enfrentándolo, una persona que fue capaz de derribar y
hacer sangrar a esa bestia. Con esa última visión todos perdieron la
consciencia, y al despertar la batalla había terminado. Se preguntaron qué
sucedió, como es que seguían vivos a pesar que las naves donde viajaban, se
habían vuelto menos que astillas al estrellarse contra el suelo luego de la
caída, y más que nada se preguntaron – ¿Quién es ese?
Parados en la costa a la orilla del mar, los pocos afortunados que
sobrevivieron a la batalla contra el señor de los océanos, miraban como el
cielo lentamente comenzaba a despejarse y la luz del sol lo iluminaba todo.
Se habían quedado sin aliento, no podían pronunciar palabra alguna, no
podían creer que algo así fuera posible, que un solo hombre pudiera matar a
esa criatura, pero no era un historia que alguien más les hubiera contado,
no era un mito antiguo, estaba delante de ellos, con sus propios ojos
contemplaban como lo que parecía ser una lanza se encontraba incrustada en
el pecho del Leviatán.
Cientos de lanzas habían sido arrojadas contra el monstruo, pero ni una
sola atravesó la coraza de metal que sus escamas formaban, pero aquella que
ese hombre sostenía en sus manos, le había perforado el corazón. Se
arrodillaron ante su salvador, vieron como este de manera casual se acostaba
a descansar sobre el cuerpo del Leviatán, a quien el alma ya se le había
escapado del cuerpo, y como si eso hubiese sido algo común les grito –
¡Oigan! ¡¿Tienen algo de beber?! Me muero de sed.
El Leviatán no fue la única bestia que apareció, otras criaturas que
asolaron al mundo en una era distante habían resurgido. El que hacía que la
tierra temblara y que hasta las más altas montañas se postraran ante su
presencia, la criatura que regía el mundo, el Behemoth, y la criatura que
reinaba sobre cualquier ser viviente, la peor de las catástrofes que el
mundo engendró, la bestia que con solo extender sus alas era capaz de
ocultar el sol, el llamado Dragón Negro, una criatura cuyo verdadero nombre
había sido borrado de la historia, que era una pesadilla que todos queria
que fuera solo un sueño.
Los campos de batalla donde ahora estaban los cuerpos sin vida de ambas
criaturas quedaron en ruinas. Las montañas fueron reducidas a escombros, los
bosques aplastados como si fueran astillas, los extensos campos que antes
eran verdes, ahora estaban agrietados y cubiertos por la sangre de los miles
que intentaron detenerlos, y las ciudades fueron pisoteadas como si
estuvieran hechas de papel. Aquello era una vista aterradora, incluso cuando
estaban muertos, las personas que se acercaban sentían que en cualquier
momento se levantarían del nuevo.
Las miradas de los hombres y mujeres que habían sobrevivido, contemplaban
el inmenso cuerpo del que fue el monstruo más temible. Vieron las entrañas
de Dragón negro y su sangre brotar, emitiendo una peste casi asfixiante,
pero aún así aquellas personas agradecían de rodillas por el milagro que se
les había concedido, pero al mismo tiempo lloraban por la pérdida de tantos
que no contaron con la misma suerte, y preguntándose quienes serían capaces
de someter a semejante a bestias.
— Es verdad todo lo que digo, lo juro – un joven estaba parado sobre unas
cajas de madera, mientras le suplicaba a los habitantes de una de las tantas
ciudades de aquella región para le creyeran – el ejército fue casi
aniquilado por ese monstruo, con tan solo dar un pisotón hizo que más de 100
de los nuestros perdieron la vida, aquella cosa era incluso más grande que
las montañas.
— Esa parte somos capaces de creértela, incluso desde varios kilómetros
fuimos capaces de ver a ese monstruo – dijo uno de los tantos que no creían
en su historia – pero me es imposible tragarme que un solo hombre fue capaz
de matar a ese monstruo.
— Se los he dicho, incluso yo aun no puedo creerlo, pero es la verdad –
bajó de las cajas de madera y se acercó al hombre que lo contradijo –
apareció de la nada, camino entre nosotros y como si de un fantasma se
tratara se desvaneció, y tan solo un instante después el monstruo estaba
muerto.
Muchos quisieron reírse, pero pensaron que quizás había sufrido un golpe
durante la batalla y se había vuelto loco, otros tan solo comenzaron a
retirarse y agradecieron que el monstruo fuera asesinado, aunque aún se
sentían aturdidos por su aparición, y abatidos por la muerte de tantos
valientes que fueron para enfrentarlo incluso sabiendo que no regresarían,
pero antes que se marcharon uno que era bastante conocido en aquella ciudad
apareció y les dijo – la historia que el chico cuenta, es verdadera.
La muerte de las 3 grandes bestias fue algo inimaginable que captó la
atención de todos, ya que eso que se suponía sería el final de las especies,
tan solo unos días después se convirtió en una celebración por la mayor
victoria en contra de las bestias de la mazmorra. No se sabía quienes habían
sido los responsables de aquello, y mientras el rey de Oratoria observaba
los restos de lo que alguna vez fue el dragón negro, no pudo sentir más que
miedo al imaginarse, el poder que tendrían aquellos que fueron capaces de
matar a esas bestias, pero fue sacado de sus pensamientos cuando recibió un
mensaje.
El rey se dirigía hacia una de las pequeñas ciudades cercanas a la capital
del reino, pero antes de partir su mirada se quedó fija en las ruinas de lo
que antes era la ciudad más grande del mundo. Solo ruinas quedaron de lo que
alguna vez fue Oratoria, no había quedado nada que pudiera ser salvado, y
entre las rocas estaban los cuerpos de quienes no pudieron escapar antes de
la llegada del Dragón negro, haciendo que miles de buitres se dieran un
festín con los restos de la gente del reino, algo que hizo llorar al que se
suponía que era el hombre más fuerte del mundo.
Unos días después el rey de Oratoria tuvo que viajar hasta el reino de
Samsara, en donde todos los reyes se debían reunir para discutir sobre lo
sucedido. Aquel lugar había sido elegido, ya que fue el reino que menos se
vio afectado por la aparición de los monstruos, algo que hizo a muchos
desconfiar de las verdaderas intenciones de los lideres de aquel pueblo,
pero al saber la identidad del gobernante de aquellas tierras se sintieron
más tranquilos, ya que el único objeto de aquel sujeto era apoyarlos.
— Me da mucho gusto que aceptara mi invitación – dijo el rey de Samsara
haciendo que todos se sorprendieran – yo personalmente los guiaré hasta la
capital para que podemos discutir más tranquilamente, y no tienen que
preocuparse de nada, ya he enviado alimentos, medicina, y algunos hombres a
sus reinos – hizo una reverencia hacia ellos y luego les sonrió a todos los
presentes.
Los reyes habían sido reunidos en un pequeño pueblo en la frontera entre
Samsara y Oratoria, ahí debían esperar a que el ejército los escoltara, pero
nunca esperaron que el rey Siddhartha en persona y su guardia imperial
fueran a recibirlos. Aquel hombre era alguien extraño al igual que sus
ancestros, ya que hace mucho tiempo se habían encargado de unificar a las 3
grandes culturas de la región, los Maurya, los Qin y los Yayoi culturas con
tantas similitudes como diferencias.
Se decía que había sido la voluntad de los dioses que eso sucediera, algo
que fue cuestionado e incluso llegaron a burlarse de esos que decían ser
enviados del cielo, pero como era de esperarse, muchas batallas se libraron
hasta que luego de mucho tiempo, la victoria les perteneció a los que decían
ser hijos de seres divinos, y entre todos ellos estaba uno que dijo que a
partir de ese momento se llamaría Siddhartha, quien tomó el trono, pero el
mismo al igual que sus descendientes, jamás se hizo llamar rey.
— No soy nada más que el guardián de este reino, un sirviente de su gente y
el encargado de hacer cumplir la ley. No soy juez, no soy jurado ni tampoco
verdugo, solo soy uno entre tantos que quieren ver a su reino prosperar –
fueron las palabras que dijo al momento de sentarse en el suelo, en una de
las tantas calles de la antigua capital, siendo aquello visto por miles de
plebeyos que quisieron arrodillarse ante él, pero este lo impidió, ya que no
era más que otro hombre.
Al llegar aquella ciudad lo primero que vieron al pasar las enormes
puertas, fue aquel monumento levantado para que esas palabras fueran
gravadas en piedra, y que jamás fueran olvidadas. Se detuvieron y lo
observaron durante varios minutos, se sentían adormecidos, era como si
pudieran escuchar una voz diciéndoles esas mismas palabras directo al oído,
hasta que un fuerte aplauso producido por el rey Siddhartha los sacó de
aquel sueño que cada vez los estaba atrapando más.
— Dicen que a veces sucede eso, cuando alguien que no merece gobernar finge
que si, un maleficio dejado por mis ancestros por si alguien que no es digno
toma el trono de Samsara – dijo de manera sería el rey Siddhartha – espero
que solo sea una historia para atraer a los viajeros, o de lo contrario me
sentiría muy decepcionado de ustedes, en especial con usted, rey Héctor – la
mirada de Siddhartha se posó sobre el rey de Oratoria, quien no pudo sentir
más que vergüenza.
Héctor era otro de los que se contaba que fue elegido por los dioses,
alguien dotado con una inteligencia superior al promedio, con una fuerza por
encima de cualquier mortal, una persona que desde el momento de su
nacimiento había sido elegido para reinar, pero solo era una historia, ya
que Héctor tuvo que sufrir mil infiernos para llegar hasta ahí, nada le fue
obsequiado, y de esa forma es que tenía que ser.
Se cuenta que Oratoria se fundó sobre donde hace miles de años, antes
estuvo la ciudad que ahora se considera una leyenda. El legado del antiguo y
extinto reino de Troya había pasado a ellos mil años después de su caída,
cuando quien dijo ser el descendiente de Eneas, uno de los pocos que escapó
de la ciudad antes de ser consumida por las llamas, levantó un altar para
sus ancestros, y luego proclamó que ahí donde solo había hierbas y rocas,
Troya surgiría de nuevo, y que cada hombre o mujer que se sentara en el
trono, debía ser digno de tal honor, ser considerado como un héroe.
Todos querían el trono de la nueva ciudad, pero solo uno entre miles seria
quien lo conseguiría, alguien capaz de liderar al pueblo que estaría al
abrigo de sus murallas, alguien que jamás se doblegaría ni aunque la muerte
tuviera su fría guadaña rozando su cuello, alguien que no solo dependiera de
su fuerza, sino que su mente también debía ser superior al resto, una
persona que haría que la nueva Troya, jamás cayera, y uno de esos fue
Héctor, el vigésimo rey de Oratoria, pero luego de haber visto lo sucedió,
el rey de Samsara pensó que quizás esta vez se habían equivocado al elegir,
y Héctor pensó lo mismo.
Tuvieron que fingir que nada había sucedido, para eliminar la tensión en el
ambiente que cada vez se hacía más insoportable. Siguieron avanzando por las
calles y pudieron ver que los rumores eran ciertos, la capital del reino de
Samsara era una mezcla de las 3 culturas, los edificios y las vestimentas de
sus pobladores eran muy distintas entre sí. No había sido una combinación
completa, ya que acordaron que cada uno mantendría sus costumbres y
tradiciones, pero se mantendrían juntos.
Aquello era como ver 3 ciudades, 3 civilizaciones encerradas entre las
mismas murallas, a veces eso los hacía pensar que estaban en lugares
diferentes, ya que con solo mirar a un lado de la calle, y luego hacia el
otro, era como si se hubieran transportado no solo a otra ciudad, sino a
otro reino que nada tenía que ver con el anterior. Seguir viendo eso los
hizo distraerse tanto que ni siquiera se dieron cuenta del momento en que
llegaron hasta el palacio, y fue solo hasta que los guardias de la entrada
les llamaron la atención que pudieron salir de sus pensamientos.
— Como ya sabrán, 3 culturas distintas le dieron origen a este reino, al
principio fue algo complicado, cada uno queria ponerse sobre los demás sus
propias tradiciones, y de hecho incluso hubo una guerra cultural que terminó
derramando demasiada sangre – toda aquella explicación la estaba dando el
rey Siddhartha mientras les mostraba el palacio – pasó bastante antes que
pudieran llegar a un acuerdo, uno muy sencillo de hecho – Siddhartha le pasó
un pergamino en donde una ley estaba escrita.
— Cada quien se viste como quiera, construye su casa como quiera, le reza a
quien quiera, y nadie debe impedírselo – mencionó uno de los reyes presentes
– tan sencillo como eso.
— Así es, a veces muchos problemas tienen soluciones tan fáciles que nadie
las toma en consideración, y esas pocas palabras en un trozo de papel, fue
lo que se convirtió en los cimientos de esta ciudad, de este reino, y quizás
algún día del resto del mundo – aquella fue una manera nada sutil de
decirles que ellos deberían someterse a esa ley – aunque como saben no es
del todo infalible.
Siddhartha les explico un poco sobre lo sucedido – la mente humana es
siempre complicada de entender, muchos se conforman con lo que tienen y
agradecen, pero siempre habrá otros que lo quieren todo y hacer nada. En más
de una ocasión he enfrentado a quienes quieren apoderarse del trono, y me he
visto en la penosa situación de tener que eliminarlos, pero son como
cucarachas, se multiplican a un ritmo escalofriante – el rey suspiro y se
notaba en su rostro la frustración que eso le producía.
No dijeron nada ante aquellas palabras, tan solo devolvieron el pergamino y
evitaron ver a Siddhartha a los ojos, y solo mencionaron – Lo pensaremos – ya que no
tenían más alternativa que esa. Siddhartha los guio hasta el salón donde se
llevaría a cabo la reunión, y ahí vieron a varias personas que nunca
esperaban ver en sus vidas – déjenme presentarlos, este hombre de aquí es
Lisandro, el rey de las tribus de los hombres bestia, el más pequeño es
Finnegas, el rey de la tribu de los hobbits, Dáin rey de los enanos y Tyrión
el rey de los elfos, aunque también viene en representación de los elfos
oscuros.
Aquella noticia los había dejado confundidos, los humanos no tenían
demasiado contacto con ninguna de aquellas razas, y mucho menos con los
elfos que permanecían aislados en lo profundo de los bosques, pero algo que
era bien sabido por todos, era el simple hecho de que los altos elfos y los
elfos oscuros eran enemigos naturales, pero en esa ocasión uno solo estaba
representando a ambos, quienes incluso llegaron a considerarse como razas
distintas, pero Siddhartha aclaró la situación.
— Puede que sea difícil de creer, pero el señor Tyrión era hermano del ya
fallecido rey Nandor, monarca de los elfos oscuros, cuyo pueblo ubicado
cerca de los montes nublados fue uno de los primeros en ser atacados por el
Behemoth, por lo cual no estaban en posición de enviar a nadie, y el rey
Tyrión muy amablemente se ofreció para representarlos – con todo aquello
aclarado dio inicio la reunión.
Lo primero que se discutió fue la gravedad del ataque de las 3 grandes
bestias, también se dijo que muchas entradas a la mazmorra se abrieron, por
lo que sus ejércitos estaban demasiado ocupados tratando de mantener a raya
a las bestias que surgen de ellas de forma incesante y tratando de sellar
aquellos túneles. Siddhartha se ofreció a enviar refuerzos para aligerar la
carga de estos, pero aclaró que había lugares demasiado lejanos para su
reino, y no podía enviar a sus fuerzas a tal distancia.
Se llegó a un acuerdo comercial entre todas las razas, algo que nunca antes
había sucedido, ni siquiera en la época en que Troya existía, y la cual se
considera como el centro del mundo. Troya era el punto por donde todas las
rutas comerciales pasaban de forma segura, los bosques, las montañas e
incluso los valles que rodeaban la ciudad estaban repletos de monstruos, por
lo que usar las rutas establecidas por los troyanos y contratar sus
servicios de escolta era algo imprescindible, razón por la cual las riquezas
y popularidad de la gran urbe aumentaban, ganándose el apodo de la ciudad de
oro, y esa también fue la razón de su caída, ya que todos codiciaban aquella
fortuna y poder.
— No puedo creer que fuera necesario que esas malditas bestias tuvieran que
destrózanos, para que llegáramos a esto – pensó Héctor algo molesto, ya que
tuvo que pasar una terrible desgracia para que las razas al fin se
comunicaran, y algo le decía que era posible que cuando la situación se
estabilice, los acuerdos y la relación entre todos estos pueblos
finalicen.
— Muy bien, ahora que todos los asuntos de poca importancia terminaron,
debo presentarles a mis invitados especiales – Siddhartha se levantó y dijo
esas palabras mientras le indicaba a uno de los guardias que hiciera pasar a
las personas que esperaban en la habitación ubicada en la parte de
atrás.
La puerta se abrió, y 4 personas entraron en el salón, 3 de ellos eran
hombres y solo una mujer. Siddhartha hizo una reverencia cuando estos
pasaron a su lado, algo que de inmediato les dio a entender a todos los
presentes que aquellos no eran personas comunes, ya que incluso el rey de
Samsara era respetuoso con ellos, y en ningún momento les mostró ese nivel
de aprecio, siendo esa una señal indirecta para que todos se levantaran de
sus asientos y se inclinaran ante esos desconocidos.
— Se muy bien que se están haciendo 2 preguntas en este momento ¿Quiénes
son ellos? ¿Y qué hacen aquí? Así que, para resolver sus dudas permítanme
presentarlos – dijo Siddhartha mientras uno a uno presento a esas personas –
ellos son nuestros salvadores.
El primero fue el sujeto de cabellos de un color rubio algo opaco, tenía un
parche en su ojo derecho, un tatuaje en forma de ramas de olivo en su frente
y mirada seria, su aspecto era algo intimidante, aunque más parecía una
persona tranquila que alguien que iniciaría una pelea, pero al escuchar
quien era todos se quedaron sin palabras, incluso sintieron que el corazón
se les había paralizado – ante ustedes, el señor del inframundo, el
primogénito del olimpo, el dios Hades.
La siguiente a quien presento fue a la mujer que estaba entre ellos, una
hermosa dama de cabellos violetas, con un vestido azul que dejaba expuesto
parte de su pecho, llevando sobre sus hombros la piel de un carnero dorado,
y sus ojos azules parecían brillantes zafiros. Al saber la identidad de la
persona a su lado, era evidente que esa mujer no sería nada menos que una
diosa, y así fue – les presento a la reina de los todos los dioses, la mujer
más hermosa y sabia del paraíso, ante ustedes, la diosa Hera.
Ahora que la mitad de ellos habían sido presentados, era evidente quienes
era los restantes, aquel sujeto de cabellos azules y el hombre rubio sin
duda eran otros 2 de los gobernantes del olimpo, ahí estaban frente a ellos
4 de los 6 dioses principales cuyos nombres eran conocidos por todo el
mundo, pero la manera en que Siddhartha se refirió a ellos los dejo sin
palabras – el tipo azul es Poseidón y el rubio baboso es Zeus – Hera y Hades
tuvieron que cubrirse la boca para evitar reírse.
— ¡Oye pedazo de imbécil! ¡¿Por qué a nosotros nos presentas así?! –
Siddhartha tan solo dijo que estaba siguiendo órdenes, algo que hizo que
tanto Zeus como Poseidón giraran su mirada hacia Hera, quien levantó el
pulgar indicando que había sido ella – sabes que, lo dejaremos pasar por
ahora.
Zeus y Poseidón prefirieron quedarse callados y alejarse un poco, cualquier
cosa era mejor que tener alguna clase de problema con Hera, algo que hizo
que el ambiente se pusiera incomodo, y que los reyes sintieran vergüenza
ajena de sus actitudes, ya que esos sujetos eran seres a los que alababan –
¿En serio ellos son los dioses que derrotaron a esos monstruos? – vieron
como Hades mostraba una leve sonrisa mientras que Hera no disimulaba su
risa, pero luego de algunos segundos todo se volvió serio de nuevo y
regresaron al tema principal por el que se habían reunido.
Hades fue quien tomó la palabra a partir de ese momento, explico la razón
de que ellos estuvieran ahí, que antes solo habían tenido un contacto
limitado con ellos, esto gracias a los poderes de los dioses de los sueños,
debido a que pertenecían a mundos distintos por así decirlo. Los dioses se
encontraban en un mundo espiritual, que solo es alcanzado por las almas de
los mortales cuando estos mueren, para que sean limpiadas de sus recuerdos
pasados y reencarnar, por lo que solo lograron comunicarse a través de
visiones, pero ahora ellos han descendido al mundo mortal y ya jamás podrán
regresar.
— Renunciamos a nuestra
existencia espiritual, para crear un cuerpo mortal que nos permita estar
aquí, seguimos siendo inmortales en el sentido que el paso del tiempo no nos
afecta, pero si podemos morir si alguien nos hiere de manera letal – fue la
explicación que dio Hades.
— Nosotros somos los primeros en descender, pero muy pronto los demás
vendrán para que vivamos juntos, y también para otorgarles el poder para
enfrentar a los monstruos, y salir victoriosos – aquello fue dicho por Hera,
algo que dejó sin palabras a todos los presentes.
— En términos sencillos –
Hades volvió hablar, parecía estar algo molesto, pero luego respiró
profundamente – nos aburrimos de sus suplicas, así que decidimos actuar,
pero no lucharemos todas sus batallas, nosotros les otorgaremos un fragmento
de divinidad, una habilidad que nos permitirá bendecir sus cuerpos y almas
para que puedan romper la barrera humana, serán más fuertes y sus vidas se
extenderán de manera considerable, pero no será un obsequio, cada persona
que lo reciba deberá luchar día a día, y entrenar hasta que sientan que
están al borde de la muerte.
— No se atrevan a pesar que seremos sus sirvientes, que lo haremos todo por
ustedes, y esa es la razón por la que nunca habíamos intervenido en el
pasado, ya que son sus vidas y deben luchar por ellas, pero al momento en
que esas criaturas aparecieron no tuvimos más alternativa – Hera avanzó y se
paró en frente de los reyes – esas bestias no eran como los otros monstruos,
eran catástrofes naturales más que seres vivos, y por eso era nuestro deber
eliminarlos, aunque eso tuvo un alto precio – Hera miró a Zeus y este mostró
algo parecido a una lanza o un báculo, pero este estaba calcinado.
— Ya no tenemos nuestro poder divino, y nunca lo recuperaremos – dijo Zeus
mientras su mirada estaba fija en ese objeto en su mano – todo nuestro poder
fue usado para crear las armas con la que matamos a esos monstruos, fue el
suficiente para hacer el trabajo, pero nada más, por lo que solo somos
inmortales, pero idénticos a otros humanos en los demás aspectos.
— Los dioses han muerto, ante ustedes no hay más que una raza que no tiene
nada de especial, y comparte muchos defectos con los mortales – fue lo que
dijo Poseidón mostrándose bástate serio al igual que Zeus, dejando ver una
gran diferencia con su anterior actitud – los demás que se quedaron en el
cielo usaron sus almas para abrir el portal que nos permitió bajar, pasaran
algunas semanas más antes que puedan despertar y pasen por el hacia este
mundo.
— Pero antes de que eso suceda les diremos algo que jamás deben olvidar –
Hades se mostraba más serio que antes, incluso se podía decir que estaba
furioso – no los alaben de nuevo, no les recen, dejen de tratarlos como
dioses o la nueva era que pensamos forjar se volverá un infierno – aquello
dejó a todos los reyes confundidos, ya que al ser dioses eso era lo mínimo
que debían hacer – los dioses son estúpidos, son unos bastardos igual o peor
que sus criminales, son infantiles y creen que todo lo que existe les
pertenece, si cuando lleguen a este mundo siguen tratándolo como dioses, les
aseguro que ellos no dudarán en usarlos como sus juguetes. Todos y cada uno
de ustedes, sus descendientes y los descendientes de estos, serán sus
esclavos por la eternidad.
Aquella conversación que tuvieron con los dioses fue algo extraña, ni uno
solo de los reyes pudo decir nada mientras estaban delante de ellos, y lo
que Hades dijo al final fue lo que más los dejó confundidos, quisieron
preguntarles antes que se retiraran, pero aún estaban cansados por el
combate contra esas bestias a pesar que habían pasado un par de semanas,
pero considerando que literalmente habían puesto sus almas en matarlos, era
evidente que tan solo estar despiertos era un esfuerzo colosal, y quien
terminó de explicar la situación fue Siddhartha, aunque lo hizo de una forma
un tanto indiferente.
El rey de Samsara ya antes había tenido contacto con los dioses al igual
que muchos otros en su nación, por eso se les consideraba como los elegidos
por el cielo, pero la verdad es que solo fue casualidad que los conocieran.
Ellos sabían como eran esos seres divinos, sabía que eran capaces de
influenciar a los mortales de tal manera que podían llegar a convertirlos en
los seres más nobles, o en el peor de los bastardos. Tal y como Hades había
dicho, los dioses eran como niños inmortales con un gran poder, habían
nacido con todo a su disposición en el paraíso, pero eso solo genero codicia
en muchos de ellos.
Los dioses eran iguales o peores que las razas del mundo inferior, tenían
sus propias guerras, tenían su propia jerarquía que elevaba más a algunos y
pisoteaba a otros, y solo fue hasta que los 6 olímpicos dominaron por
completo el cielo que todo estuvo en calma, pero aun habían muchos que
planeaban entre las sombras, como ratas ocultas en un rincón esperando la
más mínima oportunidad. La decisión de ayudar a los mortales fue tomada por
los olímpicos, pero se necesitaba que todos los dioses, hasta que el último
de ellos usara su poder divino para crear un camino al mundo inferior, pero
no todos coincidían en los motivos para efectuar tan gran sacrificio.
El portal fue abierto, incluso los que no querían volverse mortales
ayudaron, pero todo fue por la oportunidad de conseguir lo que las tierras
que siempre miraban desde arriba les podía ofrecer, y no era nada más que un
ejército con piezas desechables, que los alabara a cambio de un poco de
poder, y esa era la razón por la cual Hades les dio esa advertencia – los
dioses son infantiles, creen que esto es un juego y si lo permitimos nos
convertiremos en piezas que puedan usar a su voluntad – Siddhartha le estaba
contando eso a los reyes quienes lograron entender a que se refería el dios
del inframundo.
— Los dioses se comprometieron a darnos la bendición para que podamos
defendernos de los monstruos que están por venir, pero nada más, este poder
no debe usarse para luchar entre nosotros, tampoco para gobernar y eso nunca
tienen que olvidarlo, cada dios ira donde le plazca, pero debemos
mantenerlos vigilados si no quieren que se conviertan en un enemigo peor que
esos que acaban de morir, ya que solo ellos pueden fortalecer a los
mortales, y estoy seguro que usarán eso para hacer cumplir sus
caprichos.
— Lo comprendemos – dijo Tyrión mientras en su mente pasaba la idea de no
permitir que ni uno solo entrara en sus tierras, pero sabía que necesitaría
de ellos, aunque tuvo otra opción – Siddhartha ¿Puedo pedirle un favor? – el
tan solo asintió – como sabe nuestra raza puede usar la magia de manera
natural, pero hasta ahora hemos vivido aislados en el bosque incluso más que
los enanos, pero muchos de mi pueblo han deseado salir y ver los reinos que
están más allá.
— Comprendo lo que quieres pedirme, aceptare a cualquier elfo que desee ser
parte de mi pueblo, y por mi parte quisiera pedirte lo mismo, ya que hay
muchos que con tan solo escuchar las historias sobre su raza, sobre su poder
y su belleza, han querido conocerlos y estudiar su cultura – todo aquello lo
dijo de una manera calmada, aunque empezó a reírse al recordar lo siguiente
– aunque hay algunos hombre e incluso mujeres que no pierden las esperanzas
de enamorar a alguno de ustedes.
— Ya veo – Tyrión se mostró más calmado, incluso comenzó a sonreír – está
bien, les permitiremos conocer nuestro pueblo, aunque no se si todos
acepten, por lo que me disculpo de antemano si es que el orgullo de mi
pueblo llega a lastimarlos o herirlos físicamente, y no puedo prometer ni
asegurar que los demás reyes elfos vayan aceptar lo mismo – Héctor y los
demás reyes humanos se quedaron algo confundido, pero luego le explicaron
que había muchos reinos élficos, debido a que estos se dividían en muchas
clases sociales que se distanciaron entre ellos.
— Espero que las relaciones entre nuestras naciones jamás se rompan, que
podamos ser amigos, y por mi parte estaré ahí para ustedes si me necesitan –
Siddhartha hizo una reverencia ante los demás, pero lo detuvieron y fueron
ellos quienes se inclinaron ante él.
— También esperamos que así sea – fueron las palabras de Héctor quien habló
por todos los demás, y aquello terminó con un apretón de manos entre todos
los presentes, y con una promesa escrita en piedra que juraron proteger con
sus vidas, una promesa de amistad que debía perdurar incluso después de sus
muertes – luchare a tu lado hasta que mi vida se extinga, es la promesa que
te hago, amigo mío.
Pasaron algunos días más en la capital de Samsara, Siddhartha utilizó ese
tiempo para que cada uno compartiera las ideas que tenían para las nuevas
leyes, en la que los dioses se negaron a participar ya que estaban probando
la sensatez de los gobernantes de aquel mundo, y si cumplían con sus
expectativas entonces seguirían sus leyes y las respetaría. Aquello creo una
gran presión en ellos, quienes temían equivocarse, pero como Siddhartha lo
había dicho, muchas veces las soluciones son las más sencillas, pero a veces
ni siquiera se les toma en consideración, por lo que decidieron crear leyes
justas y fáciles de seguir – hasta un estúpido podría entenderlas, es
perfecto para ti Zeus – se burló Hades de su hermano menor haciendo que se
molestará.
Cada uno volvió a su reino con las nuevas noticias, dando de esa manera
inicio una nueva era para todas las razas del mundo inferior, y para otra
más que se había sumado a la lista. El mundo estaba a punto de experimentar
una paz sin precedentes, pero no todo es tan sencillo, y los planes no
resultan al primer intento. Fue complicado al principio ya que muchos
querían gobernar por sobre los demás, iniciando guerras contra las otras
naciones que estaban débiles para ganar sus riquezas y territorios, pero al
final fueron las leyes las que los sometieron a todos, y la muerte el
castigo para cualquiera que se atreviera a incumplirlas, incluso si se
trataba de esos, a los que antes se les llamaba dioses.
Varios años trascurrieron desde que los dioses descendieron al mundo
inferior, aun se les llamaba de esa manera para diferenciarlos de los demás,
pero tal y como Hades había ordenado, ellos no recibieron un culto ni
adoración, su deber era proporcionar una bendición a los mortales para que
estos lucharan contra los monstruos que cada día era más numerosos, pero
aparte de eso no debía ser tratado diferente a los demás mortales, y debían
seguir las leyes que el concilio de los reyes había escrito, algo que
también les permitió organizar de mejor manera los recursos que tenían.
Con la ayuda de los dioses muchos misterios fueron resueltos, ya que estos
habían visto más que cualquier otro ser viviente, por lo que borraron miles
de mentiras y verdades a medias que estaban escritas en los libros de
historia, pero aún con eso, había cosas que ni los dioses sabían, misterios
todavía más antiguos que la más antigua de las diosas, algo que muchos
consideraban aterrador, ya que era posible que criaturas incluso más
temibles que las 3 calamidades estuvieran ocultas, mientras otros miraban
con emoción las aventuras que podrían tener para resolver aquellas
interrogantes.
Luego de establecerse en el mundo inferiores, tal y como se había
prometido, los dioses le otorgaron a los mortales su bendición, un fragmento
de divinidad que los haría más fuerte al luchar contra los monstruos, un
poder sin precedentes en la historia, lo que hizo que los bendecidos fueran
tratados como seres superiores, aunque fue solo suerte que ellos fueran los
escogidos, porque ese poder no se podía entregar a todos, y quienes lo
hicieron tenían que ser vigilados, razón por la que fue creado el gremio.
El número de integrantes que cada familia podía tener, era limitado por el
poder del dios líder de la facción, siendo solo de unas pocas decenas, por
lo que la diferencia solo era marcada por la calidad de estos, y solo los
dioses de la guerra podían tener miles de miembros. Aquello provocó una
competencia entre los dioses, y los que se volvieron sus hijos, para
conseguir una mayor cantidad de logros y ganar la reputación, y el estatus
que no poseían cuanto estaban en el cielo, pero por más que lo intentaron,
no llegaron a ser ni la sombra de lo que los olímpicos consiguieron, a
quienes se les conocía como los creadores de héroes y leyendas, siendo uno
de ellos, un joven que crearía la más grandiosa hazaña.
Todo aquello era maravilloso cuando se miraba desde lejos, pero debía haber
un dios por cada región que se encargara de supervisar a los demás, y que
evitara que estos usaran a los bendecidos para tomar el control sobre las
demás familias o ciudades. Estos dioses eran elegidos por la que era la
divinidad suprema, una que no fue elegida por los demás, sino que era la
primogénita del cielo, la diosa Vesta.
Se dice que los dioses no fueron la primera de las razas, ellos no crearon
el mundo, ya que este se formó por una serie de casualidades que reunieron
los ingredientes precisos para dar inicio a la vida, aunque hubo algo que
influencio a que todo eso sucediera, el alma de un dios primigenio que
existió desde antes de la creación, uno que surgió de la nada y estuvo solo
durante mucho tiempo. Era solo una flama que flotaba solitaria en la
oscuridad, pero en el momento en que el mundo comenzó a tomar forma, la
flama del origen creo el cielo y dio vida a la primera generación de
deidades.
Gea, la que se convirtió en la tierra, Uranos quien formó el cielo, Océano
como las agua que bañan el mundo, Helios quien dio origen al sol, y su
hermana Selene quien era la luna, Nix y Erebo, los llamados amantes
nocturnos, el crepúsculo y la penumbra, y por último Eros, el deseo, la
voluntad de hacer las cosas, y lo primero que todas aquellas divinidades
hicieron, fue dar nacimientos a los espíritus, los primeros en caminar sobre
el mundo, y quienes luego crearon a todas las razas que ahora puebla la
tierra, y al finalizar con su tarea, los primigenios simplemente
desaparecieron.
Todo aquello había sucedido en el mundo inferior, pero en el cielo había
una mujer que había visto todo aquello, la primogénita de la flama del
origen, la diosa Hestia, a quien luego se le conocería como la Vestal o la
guardiana de la llama sagrada. Aquella diosa vio el nacimiento de todos y
cada uno de los que vinieron después, vio como el cielo fue poblado, y
también como se fue dividiendo. Ella era la encargada de poner orden en el
paraíso, pero se hartó de ellos y los dejó a su suerte.
Permitió que lucharan entre ellos librándose así de la culpa, no eran niños
para que tuviera que cuidarlos a todos, pero se comportaban como tal y eso
le colmó la paciencia. Vio como 4 de sus hermanos llegaron hasta su palacio
en la parte más alejada del cielo, y junto a Prometeo los escuchó cuando
dijeron que podrían orden en medio de aquella locura, siendo esa la primera
vez en miles de años que Vesta hacia acto de presencia ante los demás, y tal
como habían dicho, los sometieron a todos, o al menos a los que luchaban, ya
que hubo algunos que solo disfrutan del espectáculo, y se burlaban de la
estupidez de quienes se supone eran sus hermanos, y una de ellas era
Freya.
— Mi señora, al fin aparece – Freya le habló de manera casual, pero incluso
entre esa forma juguetona de actuar le mostró algo de respeto al inclinarse
ante ella – parece que al fin las cosas estarán en calma, porque la reina ha
llegado para controlar a sus sirvientes.
— Nada de eso Freya, no soy reina de nada – dijo Vesta mirando de manera
seria a la diosa de la belleza quien seguía sonriendo – solo soy la
guardiana de la vida, pero como ustedes no tenían respeto por ella, decidí
que hicieran su voluntad y se exterminaran entre ustedes, ya que de todas
formas, que los imbéciles mueran, no quiere decir que la vida dejara de
surgir.
— Eso es realmente cruel, pero también muy propio de usted mi señora, ya
que aún puedo ver en sus ojos el desprecio que nos tiene por no ser como
esperaba, y al menos yo lamento no ser perfecta, como usted me soñó al
momento de crearme – Freya se mostraba tranquila a pesar de que Vesta la
miraba de forma amenazante, pero aquella expresión en el rostro de la diosa
cambio luego de una largo suspiro.
— Tienes razón, no son como esperaba, quería que fueran nobles,
responsables, que fueran verdaderos dioses, digno de respeto y de las
alabanzas, pero terminaron siendo esto, básicamente Zeus pero todavía más
idiotas, al menos mi pequeño hermano sabe cuando dejar de jugar – Freya dejó
salir una leve risa al igual que lo hizo Vesta – no son como lo esperaba,
pero no les deseo la muerte, ya que en cierto sentido soy su hermana mayor,
quizás lo más parecido a una madre que los dioses tendrán.
La mirada de Freya estaba fija en la mujer que estaba a su lado, alguien a
quien trataba como una amiga, pero a quien amaba como una madre, la única
que la comprendía y quien aunque nunca lo dijera, con tan solo poner su mano
en la mejilla de la diosa de la belleza, la hizo sentir una gran calidez.
Vesta sabía de los sentimientos de Freya, y esa era una de las razones por
las que entre tantos dioses, era la única a la que se le permitió dirigirse
hacia ella como si fueran iguales, y quien estaba a su lado observando como
todos los dioses fueron sometidos por los olímpicos.
El paisaje que contemplaron era uno que no pensaron que fuera posible,
todos los dioses estaban reunidos en un solo lugar, lastimados y de rodillas
ante la mayor de ellos. Hades, Zeus, Poseidón y Hera fueron los que se
habían encargado de que eso fuera posible después de meses de batalla,
siendo solo Deméter la única de los 5 hermanos de Vesta quien no participó,
ya que ella despreciaba la violencia, y Hera le pidió que se mantuviera al
margen hasta que todo terminara.
Luego de terminar la batalla y encadenar a los demás dioses, lo dejaron
todo en manos de su hermana, y pudieron ver una vez más el poder de esta, ya
que solo un instante le tomó para sellar la divinidad de todos evitando que
pudieran usarla a menos que Vesta se los permitiera. Estar en presencia de
la divinidad suprema hizo a muchos temblar, quienes pusieron sus frentes en
el suelo y suplicaron por piedad, ya que en su mirada lo notaban, ella no
estaba ahí para saludar.
Aquel suceso enfureció a muchos, pero nada podían hacer delante suyo,
porque si ella lo queria, su existencia, incluso su recuerdo seria borrado
en un pestañeo – espero que a partir de ahora se comporten como es debido,
pueden disfrutar de lo que el paraíso les ofrece, pero no se les ocurra
hacer que me enfurezca de nuevo ¿Les quedó claro? Especialmente tú Ares –
dijo refiriéndose a más tonto de los dioses de la guerra, un bruto que solo
sabe golpear fuerte, aunque esas palabras estaban más dirigidas a otros
quienes agacharon la cabeza, pero en sus mentes solo buscaban la forma de
acabar con ella.
Vesta sabía sobre sus intenciones, y para dejar claro que por más que lo
intentaran les sería imposible, hizo una pequeña demostración, apagando el
sol. Todo fue cubierto por la oscuridad, un viento gélido recorría cada
rincón del cielo y no hubo un solo dios que no temblara de miedo, incluso
los olímpicos estaban aterrados, y más al ver como Vesta ahora estaba
cubierta por flamas, y su voz resonó al decirles de manera fría – no crean
que no puedo reemplazarlos, ya que si me provocan, simplemente podría
borrarlos de la existencia y crear nuevos dioses, así que recuérdenlo bien,
y no se atrevan hacerme enfadar – y luego de decir eso tan solo se retiró y
sol volvió a brillar.
— Es fastidioso tener que lidiar con esto – dijo Vesta dejando salir un
largo suspiro – dime Freya ¿Alguna otra valiente alma ha captado tu
atención? – al escuchar eso Freya tan solo negó.
— Los mortales aún no han descubierto la verdadera valentía y el honor, son
hábiles guerreros, pero creen que un acto heroico es solo posible con una
masacre – Freya parecía decepcionada ya que el mundo inferior estaba repleto
de guerreros que no seden ante nada, pero que luchan por ideales
equivocados, por un honor manchado de sangre – esos son los que Odín
prefiere, a mí me gustan más calmados, de preferencia que tenga una hermosa
voz para cantar – eso último hizo a Vesta recordar algo.
— Así que Orfeo ya reencarno, al igual que lo hizo hace mucho tiempo, tu
amado Odr – Vesta miró con algo de tristeza a Freya, quien no quiso decir
nada – el cielo fue creado para recibir las almas de los mortales luego de
su muerte, renovarlas y hacer que tengan una nueva vida, cada uno de
nosotros puede dotarlo de una cualidad que lo hará único, pero simplemente
lo dejaron de lado por pelear entre ellos y solo unos pocos se encargan de
ese trabajo – pensó Vesta.
Los dioses de la muerte guiaban las almas hacia un lugar en el cielo, donde
podían decidir quedarse y descansar eternamente en los campos Elíseos, o
borrar sus recuerdos e iniciar de nuevo en el mundo mortal, quizás llegar a
los salones que Freya y Odín crearon para recibir a los héroes y festejar
sus logros en vida. Odín lo hacía para los más fieros guerreros que
prevalecían ante cualquier enemigo y morían en combate. Freya hacia lo
mismo, para esos que jamás renunciaron a sus ideales, esos que se les puede
considerar verdaderos héroes, aunque también había la posibilidad que sus
acciones en vida los enviaran directamente hacia el reino de Hades, o aún
peor, a las fosas abismales del Tártaro.
Vesta se acercó, abrazó a Freya para tratar de consolarla, y a lo lejos
pudo ver a Ishtar quien observaba lo que sucedía y parecía divertirle ver a
su enemiga intentando mantener la calma – detesto a esa mujer, ha provocado
discordia en el cielo, pero a diferencia de Freya, ello lo hace por
diversión – Vesta comprendía que nadie elegía su parte en el mundo, pero si
como aprovechar lo que el destino les otorgaba, aunque para Freya fue un
verdadero fastidio.
Todos la veían como un trofeo al igual que las demás diosas de la belleza,
al principio se divertía al ver las competencias para ganarse su aprecio,
pero lentamente se fue volviendo frustrante, que ella siendo también una
diosa de la guerra, una de las pocas bendecidas con más de un título, fuera
encerrada en una jaula de oro contra su voluntad, solo para ser el objeto de
veneración de todos, mientras al mismo tiempo era a quien dirigían su
lujuria, siendo esa la razón por la que fundo Fólkvangr, el lugar donde al
menos podía disfrutar de los cantos y las danzas de hombres y mujeres
valientes, quienes habían muerto en batalla protegiendo, no matando, y donde
podían disfrutar de un poco de felicidad.
Ella era muy diferente a Ishtar y Afrodita, quienes si gozaban de la
atención que los otros les daban, y no soportaban no ser el centro de
atención, especialmente Ishtar, quien ansiaba estar en la cima y que las
mirada de todos solo fuera para ella, algo muy distinto a lo que deseaba
Afrodita, ya que solo era una niña caprichosa que se veía opacada por ambas,
y que hacia cualquier cosa para resaltar. Vesta tomó a Freya de la mano y se
la llevó a su palacio para alejarla de las miradas, sabía que debía
controlarlas para evitar más problemas en el futuro, ya que la belleza podía
provocar guerras, pero por ahora solo queria un poco de paz, aunque en su
camino de vuelta a casa, encontró a alguien que quiera ver.
— Así que aquí estabas Hermes – la piel del dios mensajero se erizo al
escucharla, sabía lo que significaba que estuviera fuera de su palacio,
seguro alguien fue severamente castigado – ¿Qué te sucede pequeño idiota? No
pienso hacerte nada, bueno, a menos que hubieras cometido una de tus
acostumbradas estupideces – Hermes balbuceo un par de cosas, pero no pudo
formular una palabra completa – tranquilo, vamos a casa, quiero que me
cuentes más historias, quiero saber que hazañas han hecho los mortales,
quizás esta vez sí naciera un héroe real, alguien digno de ser llamado así –
fueron las palabras que la diosa pronuncio con una sonrisa.
Hermes se tranquilizó y la acompañó hasta su palacio, donde de vez en
cuando la visita para contarle las maravillas que ve en el mundo inferior,
los actos de unos pocos que quedan gravados en los libros. Hermes siempre va
para contarles la historia de esos a los que llaman héroes, y siguió
haciéndolo por muchos siglos mas, hasta que en una de sus visitas, Hermes le
llevó una noticia aterradora, una que simbolizaba la extinción de las razas
del mundo inferior, y así fue como Vesta mando a llamar a su hermanos, y
decidieron bajar al mundo de los mortales. Algo había despertado, algo
demasiado peligroso como para ignorarlo, y no solo eran esas 3 bestias, algo
más se ocultaba en lo profundo del abismo, un ser que al ver a los dioses
bajar del cielo, sonrió viendo cumplido su objetivo.
Los calendarios fueron cambiados una vez que los dioses descendieron al
mundo, el año actual era el 1204 de la nueva era, era divina o era de la
bendición, había muchos nombres para eso, aunque simplemente algunos decían
el año y nada más. Tal y como los olímpicos habían dicho, los monstruos
comenzaron a plagar el mundo, la llegada de las 3 grandes bestias solo fue
el comienzo, pero al menos las razas del mundo inferior ahora tenían una
manera de enfrentar a esa calamidad, y eso era la gracia de los dioses, un
fragmento de divinidad que les permitió alzarse por sobre sus límites
mortales, ser más fuertes de lo que jamás hubieran sido por su cuenta,
aunque eso también tenía un costo.
Batallas sin fin era lo que tenían que afrontar los que decidieron ser
familiares de los dioses, combatir contra los monstruos para subir de nivel,
teniendo que pasar por lo que parecía un infierno para alcanzar nuevas
alturas, pero al menos ahora las razas lo hacían unidas, y como lo habían
prometido hace mucho tiempo atrás, todos los reinos humanos se volvieron
uno, las naciones se volvieron amigas, se aliaron y ahora las razas vivían
juntas hasta el punto comenzaron aparecer mestizos entre ellos.
Antes era impensable que un elfo y un humano tuvieran hijos, pero ahora los
semi elfos eran numerosos y aceptados por los de sangre pura, que al
principio los rechazaban por haber ensuciado su pureza al mezclarse con
otras razas. Incluso alguno que otro enano había tenido la suficiente suerte
de enamorar a una belleza élfica y formar una familia sin tener que
ocultarse, los Hobbits que antes eran pocos lograron expandir sus
horizontes, dejando de ser marginado hasta el punto en que uno que heredo el
nombre de su primer rey, se volvió parte de la historia junto a su esposa
por sus valientes actos.
La raza de los Hobbits fue vista como inferior por los demás, como
asistentes en las batallas debido a su poca fuerza, pero Finnegas, el joven
que había sido nombrado igual que el rey, demostró que eso no era correcto,
logró superar cualquier adversidad hasta el punto en que se le concedió la
mano de la princesa Fianna, quien no deseaba que su pueblo la viera como
menos, y formó un grupo de elite que entrenó personalmente, y los llevó a la
batalla para hacer que el nombre de su raza fuera respetado – es cierto que
busco respeto para mi raza, pero cada uno de ustedes debe ganarse el suyo
con su propio esfuerzo.
Aquellas fueron las palabras que la princesa le dijo a un grupo de Hobbits,
quienes trabajaban como los cargadores del equipaje de otros aventureros,
ellos esperaban que su princesa los salvara, que hiciera arrodillarse a
quienes los habían humillado, pero ella les dio la espalda – peleo por
aquellos que no pueden luchar, no por eso que no quiere hacerlo porque son
cobardes, lucho por mi raza, pero si mi raza son todos como ustedes,
entonces me avergüenza, y me da asco llamarme la princesa de los Hobbits,
así que la próxima vez que los encuentre, espero no sentirme decepcionada de
mi gente.
Ella lo había dejado muy claro, la raza de los Hobbits debía valerse por sí
misma, y no depender de unos pocos para que los salven, pero no todos lo
hicieron y aún ahora muchos Hobbits son vistos desde arriba. Luego de su
muerte Fianna fue elevada al estatus de diosa de los Hobbits, quienes
rezaban por un milagro, que suplicaban para que otro héroe como Finnegas
llegara y los sacara de su miseria, algo que contradecía las enseñanzas de
su diosa, y quien tampoco llegó a comprenderlas fue uno al que llaman “El
Valiente” quien también busca recuperar el orgullo de su pueblo, aunque de
la forma equivocada.
Al igual que con los Hobbits, cada raza tuvo su propio héroe, alguien que
los representaba, aunque los nombres de algunos de estos se perdieron,
confundiéndolos con los apodos que recibieron. Ya sea Vanagandr, leyenda de
los hombres bestias que asesino a un gigante de fuego, pie de hierro, el
enano que fue capaz de enfrentar a un ejército entero, o quizás alguien como
Araloth, guardián elfo que masacró a miles de monstruos protegiendo su
pueblo, de quien se creía que ese era su verdadero nombre, pero quien tan
solo fue llamado de esa forma por un héroe incluso más antiguo, borrando de
esa manera el recuerdo de aquellos valientes, y tan solo conservando sus
leyendas.
Así como esas hay muchas historias, pero entre ellas hay una que destaca,
la de un jovencito que llegó desde tierras lejanas, cruzando el amplio
océano en un pequeño bote, un chico que dejó su nombre escrito en la
historia y que es imposible que alguien no conozco. Se dice que su cabello
era blanco, que sus ojos parecían rubíes, que su delicado rostro lo hacía
parecer un niño a pesar que era mucho mayor de lo que su apariencia
reflejaba, su verdadero nombre también fue olvidado, pero todos lo conocían
como “El Argonauta” quien creo la mayor de todas las hazañas, una que hasta
la fecha no ha sido igualada, y ese es el deseo de un pequeño, a quien su
historia le estaba siendo contada por su madre.
— Muy bien mi pequeño Bell, ya es hora de dormir – aquellas palabras fueron
dichas por una mujer de cabellera plateada, quien acomodaba a su hijo en la
cama, un niño de unos 5 años, de cabellos blancos y ojos rojos, un delicado
pequeño que fácilmente podía ser confundido con un conejo blanco.
— Mamá – dijo aquel niño llamando su atención – mi abuelo una vez me dijo
que me parezco al Argonauta, crees que yo también ¿Puedo ser un héroe igual
a él?
— No mi pequeño Bell – le dijo haciendo que el niño se sorprendiera un
poco, vio como su madre se acercó y le dio un beso en la frente – tú no
serás igual a él, tú serás un héroe mucho más grande, alguien que hará
palidecer sus hazañas, pero ahora duerme, mi pequeño Argonauta.
Bell le sonrió a su madre mientras esta se alejaba, y luego cerró sus ojos
lentamente, para esa noche soñar con las aventuras que el futuro le tenía
preparadas, y desde la puerta era observado también por su padre, el hombre
más fuerte del mundo, quien tenía el título que su hijo deseaba obtener –
así que todavía sigue pensando lo mismo – le dijo a su esposa una vez que
esta salió de la habitación – esperaba que viviera de forma diferente a la
mía, que pudiera ser feliz – sintió que jalaba su oreja, y al girar un poco
su mirada hacia un lado se dio cuenta que había sido su esposa.
— Teseo, quiero que me digas una cosa – se miraba bastante seria, algo que
pocas veces era visto de parte de una mujer tan amable como ella – es cierto
que quiere ir en un viaje lleno de peligros, pero dime ¿Acaso crees que no
puede llegar a ser feliz siendo la esperanza de otros? – no pudo responder
de inmediato, la pregunta dio vuelta en su cabeza muchas veces pero de su
boca no salía palabra alguna, incluso apartó la mirada – nuestro hijos no
creo ese sueño de la nada, no es por el Argonauta, no es por tantas otras
historias que su abuelo le ha contado, él quiere ser igual a ti, y si crees
que conseguir lo mismo que tú tienes no lo hará feliz ¿Dime si tú no lo
eres? – un par de lágrimas salieron de los ojos de Teseo y abrazó a la mujer
delante suyo.
— Metería ¿En serio crees que respondería que no lo soy? Cada día que
despierto a tu lado, me hace pensar que sigo dormido y me encuentro en el
más bello de los sueños, le das razón a mi existencia, pero eso no quiere
decir que no pueda ver el camino que mi hijo quiere recorrer, sé que es uno
del que puede que no regrese – Metería lo entendió, y aunque también temía
por eso, sabía que su pequeño encontraría la manera de volver – si en verdad
es su deseo lo ayudaré, pero no me pidas que no tenga miedo.
— No lo hare, pero te recomiendo que no lo tengas, porque estoy segura que
Bell te superara, creara la historia más grandiosa que se haya escrito, y
nos llenara de orgullo – Teseo comenzó a reírse en silencio, tomó a Metería
de la cintura, la levantó para luego volver abrazarla y besarla.
— Así es, mi nieto hará una hazaña inigualable, tendrá el harem más grande
del mundo – dijo una voz que arruinó por completo el ambiente con las
idioteces pronunciabas – habrá bellezas de todas las razas y Bell creara su
propia raza de albinos pelo blanco, llenando de orgullo a su abuelo que le
enseño todo lo que sabe de enamorar a las mujeres y… –
luego de eso solo se escuchó el ruido de la ventana rompiéndose, y de los
gritos de Zeus luego de haber sido arrojado a través de esta por Hera.
— Viejo imbécil, si no fuera porque Bell esta dormido, lo habría golpeado
más por arruinar este bello momento para mi hija – Hera se acercó a Teseo y
Metería que se sentían un poco incomodos con lo que había pasado –
continúen, hagan como si nada hubiera pasado – Hera se fue corriendo, pero
solo para ocultarse en una esquina y seguir viendo el tierno momento entre
su pequeña y el marido de esta.
Teseo dejó a Metería en el suelo y comenzó a rascar su nuca, ya que sin
duda el ambiente se había sido arruinado con la aparición de ambos dioses –
mejor vamos a dormimos – propuso siendo esto aceptado de inmediato por
Metería, dejando a Hera triste por no poder seguir viendo tan tierno
momento, pero antes que pudieran entrar en su habitación sintieron algo que
les dio escalofríos – parece que ha comenzado de nuevo – dijo Teseo mientras
se acercaba a la ventana rota, y a su lado estaban Metería y Hera – creo que
será mejor prepararse por si algo sucede.
Zeus escaló por el muro y llegó hasta donde ellos 3 estaban – no creo que
comience tan pronto, pero sin duda este escalofrió que sentimos es una
advertencia para lo que se acerca – Zeus estaba hablando de manera seria,
mientras se quitaba algunos trozos de cristal roto que aún tenía en la cara
– Teseo, puede que no suceda nada esta noche, pero estoy de acuerdo en que
debes reunir a los demás y salir a investigar, quizás podamos detenerlo, o
al menos posponer el desastre – Teseo asintió y de inmediato fue buscar a
los demás miembros de su familia.
Hera y Metería fueron a la habitación de Bell, y se sintieron aliviadas de
que aun siguiera durmiendo, aunque la sensación que ese escalofrió les
provocó no se desvaneció, y lo mismo le sucedió los demás dioses de la
ciudad, en especial a una que se encontraba en la cima de una alta torre
blanca que llegaba hasta el mismísimo cielo – Mia – llamó a alguien y una
mujer de unos 30 años apareció luciendo bastante preocupada – reúnelos a
todos y ve con los hijos de Zeus y Hera, puede que los necesiten.
Freya estaba asustada, sus ojos podían ver más que los de cualquier otro
dios, y también podían ver el color de las almas, y lo que pudo ver a la
distancia, fue el alma más oscura que jamás existió, y el dueño de aquella
oscuridad observó a la diosa de la belleza, y le sonrió – Vesta tenía razón,
esa cosa es demasiado peligrosa, debemos tener cuidado si es que queremos
ganar esta vez, pero parece que ese sujeto, ya está aburrido de juegos – fue
lo que pasó por la mente de Freya, para que luego ella girara su vista hacia
la colina donde la diosa más poderosa había edificado su palacio, y al igual
que algo sujeto, la diosa Vesta observó a Freya, y sus labios se movieron
pronunciando – el desastre se aproxima.
En lo profundo del bosque, oculto en una cueva, un hombre que se ocultaba
bajo una capucha negra llevaba en sus manos 3 huevos, los cuales estaba
calentando con su magia, los dejó con cuidado sobre un nido, y sobre estos
aparecieron 3 flamas. Una flama azul oscuro, otra de un violeta oscuro, y la
última completamente negra – mis pequeños, pronto podrán salir a jugar de
nuevo – aquellas flamas entraron en esos huevos, y unos segundos después
estos se sacudieron, haciendo que aquel hombre sonriera una vez más, y entre
las oscuridad, lo único que podía verse, eran sus brillante ojos rojos como
llamas.
Existen muchas razas en el mundo, pero hay una que se puede decir que es
especial, aunque en realidad no lo es tanto, sino que se le considera de esa
manera, debido a que se mantiene al margen de todo, se encuentra distante,
oculta en una enorme isla a la que llaman Telskyura, la nación de las
amazonas, aunque también se le conoce como la nación de la violencia, o el
reino de la diosa Kali. Aquel era el vivo ejemplo de lo que sucedería si se
sometían por completo a la voluntad de los dioses, y eso fue lo que le paso
a las amazonas de aquella isla, quienes ya no eran más que los juguetes,
nada más que la desquiciada forma de entretenimiento de su diosa.
Telskyura se encontraba lejos de los demás reinos, siendo el continente
Aldis el que estaba más cerca, a diferencia de los otros 2 que se habían
descubierto hace solo unas pocas décadas, pero de los que solo se sabe de su
existencia, y que de esas lejanas tierras proviene aquel que llamaban
Argonauta. Se dice que ellas también provienen de esas distantes tierras, ya
que poco se conoce de esos lugares, siendo tan misteriosos que hasta la
misma Vesta se quedó sin palabras al saber sobre tal descubrimiento. Muchos
secretos estaban ocultos, pero eso a las amazonas no les importaba.
Su único deseo era el de ser fuertes, siendo esa la razón por la que
combatían cada día, luchaban hasta que una estuviera muerta, y no importaba
si eran amigas o hermanas, si su diosa lo queria debía hacerse, siendo
aquello otro de los motivos, por los que nadie queria relacionarse de manera
voluntaria con ellas. Las creían locas, para los reinos no eran más que
salvajes a las que debían evitar, pero no siempre se podía, porque actuaban
como piratas para conseguir recursos, atacaban embarcaciones mercantes para
conseguir alimentos, armas, o incluso hombres.
Las amazonas de Telskyura suelen secuestrar hombres durante sus asaltos,
para llevarlos a su isla y reproducirse con ellos, o al menos con los que
valen la pena, manteniendo de esa forma su población, y proporcionar nuevas
guerreras que lucharían para la ambición y disfrute de Kali. Todo aquel
hombre que sea un cobarde es asesinado o dejado a su suerte en el mar, los
demás son codiciados, especialmente si logran vencerlas, ya que una de las
características de las amazonas, es que enloquecen de pación por quienes
demuestran ser fuertes, y no hay mayor prueba de eso para ellas que
superarlas.
Vencer a una es un error, porque esta te cazara hasta el cansancio, siendo
la única manera de librarte de ella, es matándola. Si una amazona no puede
controlar por si sola a un hombre, evidentemente sus hermanas le ayudaran
por un precio – yo quiero la primera probada – primero se libraran de los
demás, y lentamente rodearan al único que queda y quien las había mantenido
a raya, pero contra todas a la vez le fue imposible, y al despertar ya
estaba en otro lugar, atado de manos y pies, desnudo, y siendo observado por
peligrosas mujeres que lamian sus labios, como si estuvieran a punto de
darse un festín.
Si es un cruel destino o una hermosa manera de morir, eso lo decide cada
uno, aunque había algunos que gustosos iban por voluntad propia, aunque el
recibimiento no es demasiado agradable para la mayoría, porque diferente a
lo que se piensa, las amazonas no se acuestan con cualquiera, e incluso hay
extrañas excepciones, en las que incluso luego de ser derrotadas no prestan
demasiada atención a esos hombres, a menos que capten su atención de otra
manera, y ese era el caso de unas gemelas, un par de mujeres extrañas para
su raza, quienes hace mucho habían encontrado a alguien, de quien se
enamoraron, a quien se entregaron más de una vez, y a quien extrañaban cada
vez que se separaban.
Pensaban que sus destinos no estaban atados, que simplemente debía ver
desde la distancia a ese joven que se había convertido en un héroe, a un
chico de cabellos blancos que simboliza el poder, el orgullo y la esperanza.
Aquellas amazonas sabían muy bien, que alguien con tal reputación jamás
tomaría como su mujer a un animal salvaje, como las consideraban a ellas y
toda su raza, que era alguien que debía estar con una princesa o incluso una
diosa, y aceptándolo decidieron quedarse en su isla, en aquel infierno para
no manchar su nombre, pero algo que no esperaban, era que pronto se
volverían a encontrar, y eso sería cuando la más terrible de las
calamidades, azotó el mundo de nuevo.
— Eso es lo mejor que tienes Bache – había una pelea en la arena, una que
desde hace mucho había sido esperada por todas las amazonas y su diosa –
deja de estar jugando, golpea con más fuerza o esto no será divertido
– en medio del coliseo de Telskyura, las capitanas de la familia Kali
estaban luchando, o al menos eso parecía al principio, ya que ninguna de las
2 se estaba tomando las cosas en serio.
Kali estaba observando todo desde su cómodo asiento, pero parecía molesta
ya que estaba esperando que eso fuera un espectáculo – se están burlando de
mí de nuevo – los golpes y patadas que ambas lanzaban tenían una gran
potencia en ellas, eran capaces de triturar los huesos de cualquiera con
esos ataques, pero no era todo lo que podían dar, ninguna estaba usando sus
habilidades, y la mayor de ellas incluso se dejaba golpear a propósito,
haciendo que su hermana redujera la fuerza en sus puñetazos.
Argana y Bache Kalif, extrañas y poderosas entre las amazonas, sin duda
salvajes igual que las demás, pero a diferencia de las otras, era como si
crearan sus propias reglas. Casi siempre estaba en contra de las ordenes de
su diosa, más por simple aburrimiento o que no les interesa, algo que hacía
enfurecer a la pequeña diosa de cabellos rojizos, y quien solo las toleraba
ya que no podía someterlas por la fuerza, incluso la mujer que estaba a su
lado no seria capaz de hacerlo, y las otras miembros de su familia que
podrían rivalizar con las gemelas no harían nada contra ellas, ya que
tampoco eran leales a Kali.
Lejos de las tierras de Telskyura había un lugar que Kali ansiaba gobernar,
y esa era la ciudad de Orario, la capital que fue construida sobre las
ruinas de la antigua Oratoria, una montaña del tesoro que Kali deseaba
fervientemente, pero que era un sueño cada vez más distante debido a las
gemelas Kalif. Siguió pensando hasta que se escuchó un ruido en las gradas,
Kali desvió su mirada y vio como el público se estaba alejando, y al fijar
su mirada en el centro de la arena, las hermanas ya se habían ido.
Al notar la mirada confundida de la diosa, la amazona que estaba a su lado
comenzó a reírse sin intentar ocultarlo. Era una hermosa mujer de esbelta
figura la cual cubría con poca ropa, su piel era morena igual al resto de
amazonas, pero tenía algunos tatuajes de color rojo, su cabello era grisáceo
y sus ojos eran azules – ¿De qué te estás riendo Caenis? – ella tan solo le
dio la espalda y comenzó alejarse, pero antes de salir del balcón de la
diosa, la miró por sobre el hombro y le dijo – ¿Puedo ir mañana a Orario a
visitar a mis hermanas? – Kali la observaba de manera seria – bueno, incluso
si no me lo permite igual iré, nos vemos – fueron sus palabras antes de
irse, molestando aún más a Kali.
Argana y Bache estaban en su habitación, incluso cuando podían tener una
para cada una, decidieron quedarse en la misma en la que vivieron desde que
eran niñas. Argana estaba acostada mirando el techo, mientras que a su lado
Bache estaba leyendo un libro que era muy conocido por ambas y otro par de
amazonas. La mayor de las Kalif queria molestar un poco a su gemela, por lo
cual comenzó jugar con el cabello de Bache usando sus pies, y haciendo que
esta se desconcentrara y se molestara.
— Deja de fastidiarme o te romperé los huesos – Argana solo comenzó a reír
por la repentina actitud de la otra – no estoy bromeando, déjame en paz si
sabes lo que te conviene – Argana se levantó, y aprovechando que estaban en
la misma cama, se giró y puso su cabeza en las piernas de Bache.
— Estoy aburrida, pensaba que me darías una buena pelea,
pero solo me decepcionaste – Bache le apretó la nariz, en un acto infantil
que solo provocó más risa de parte de Argana – entonces léeme tu libro
favorito – le dijo haciendo que Bache se quedara un poco confundida – vamos
lo has leído tantas veces que seguro te lo sabes de memoria, ya sabes, la
historia de tu amante imaginario, ese que haces que te masturbes de manera
incontrolable cuando piensas en él.
— ¡Yo no hago eso!
– la manera vulgar de hablar de Argana siempre molestaba a Bache,
especialmente cuando lo hace de esa forma – deja de estar inventando
cosas.
— Oh, en serio te atreves a decir que lo estoy inventando, entonces esos
sonidos que haces por la noche son producto de mi imaginación – Bache se
levantó de manera brusca haciendo que Argana cayera al suelo, pero esta se levantó de inmediato y siguió molestándola – entonces
también fue mi imaginación aquella vez que te ayude aliviar estrés.
La piel de Bache se erizo al recordar eso, y comenzó a perseguirla por toda
la habitación para hacer que se callara – fue un maravilloso momento el de
esa vez, te encontré bañándote en aquel pequeño lago, habíamos pasado varios
días cazando a los monstruos de la montaña, estabas sucia y molesta – Bache
le arrojó un cuchillo que fue fácilmente esquivado por Argana – que
maravilloso se sintió manosear tus pechos, pero más aun cuando cooperaste
conmigo para divertirnos un rato – Bache se lanzó sobre ella pero su hermana
la esquivó y se estrelló contra la pared.
Aquella infantil persecución continuó mientras Argana le seguía recordando
aquello – seguro ahora me dirás que no disfrutaste cuando nuestras piernas
estaban entrelazadas, cuando frotábamos nuestros cuerpos desnudos y
jadeábamos por el placer, recuerdo que terminaste primero pero luego te me
subiste encima, y no me dejaste descansar en varias horas – Bache por fin la
alcanzó, atrapándola de los brazos y poniéndola de espaldas contra la pared
– vamos hermanita, sabes que es común que las amazonas a nuestra edad
disfruten de ese tipo de encuentros.
Bache se sonrojó un poco, acto que Argana aprovecho para seguir jugando con
ella – muchos hombres sentirían envidia de mí, no cualquiera puede decir que
tuvo a Bache desnuda, y le hizo el amor hasta el amanecer – Argana se acercó
a su hermana en un acto que parecía que intentaba besarla – porque no te
vuelves mi mujer hermanita, sabes qué puedo hacerte disfrutar más que
cualquier hombre.
Esa broma no le hizo para nada gracia a Bache, quien le dio un cabezazo que
la dejó mareada. Ambas podían sentir lo diferente que era su relación, y
también quien había sido el responsable de eso, antes de conocerlo, tan solo
era un par de amazonas que debían acostumbrarse a la vida que les había
tocado, pero todavía está muy vivo en sus recuerdos, aquella noche en que
los 3 se sentaron a mirar las estrellas, y el momento que de los labios de
aquel jovencito, salieron aquellas palabras que les hicieron cambiar la
forma en que miraba todo su mundo, y tiró a la basura las reglas que su
diosa les había impuesto.
— Es estúpido hacerte creer que matar a un ser querido te hará más fuerte –
ellas lo escucharon con atención y sus miradas no se apartaban de él,
mientras los ojos de este estaban fijos en la luna – quizás la lucha sea la
que mejore tus habilidades, pero matar nunca lo hará – lo vieron sonreír y
dejar salir una leve risa – incluso diré algo ridículo sobre el amor, pero
no que este es el que da las fuerzas para seguir luchando, sino que amar, te
da las razones suficientes para querer ser fuerte.
Aquello era algo que nunca pensaron, ya que según la lógica de su nación,
el amor nublaba la mente, te alejaba del objetivo e impedía que mejoraran,
por esa razón ese obstáculo debía ser eliminado, y de ahí surgió el ideal de
esa raza, la ley del más fuerte – ¿Saben lo que es más peligroso que un
hombre que no tiene nada que perder? – giró su mirada y aquellos brillantes
ojos rojos las miraban a ellas – un hombre que tiene demasiado que perder,
porque ese tipo de hombres, son a los que nunca veras de rodillas, cuando
saben que lo que aman está en peligro, y yo quisiera encontrar algo así.
Quizás aquellas palabras no estaban dirigidas a ellas, o quizás si, pero en
aquel momento los 3 apenas habían dejado de ser desconocidos, y fue una
casualidad que aquella noche se reunieran a la orilla del mar y vieran las
estrellas viajar por el cielo nocturno. Aquel joven era alguien muy distinto
a ellas, pero podían sentir que eso podía cambiar, y ese pensamiento fue aún
más fuerte cuando lo vieron sonreírles y pedirles – espero que la próxima
vez que nos veamos, podamos ser amigos.
Ambas salieron de sus pensamientos, era como si estuvieran sincronizadas y
la imagen de ese joven que desde hace tantos años sabían dónde estaba, pero
que no podían alcanzar, hubiera llegado hasta sus mentes al mismo tiempo.
Escucharon como la lluvia comenzaba a caer, algo extraño en esa época del
año, aunque no le tomaron demasiada importancia. Vieron por la ventana como
en el muelle el mar estaba agitado, y las pequeñas olas se hacían cada vez
más grandes.
— Parece que esta tormenta será muy fuerte, seguro las cosas serán un
desastre cuando termine – dijo Bache mostrándose algo melancólica al igual
que su hermana, pero luego de algunos segundos viendo por la ventana, Argana
decidió seguir fastidiándola, aunque de una manera diferente – espera ¿Qué estás haciendo Argana? – le preguntó
al sentir que su hermana acariciaba sus pechos.
— Creo que aquí adentro las cosas también van agitarse un poco – la arrojó
a la cama y cerró la ventana mientras se acercaba lamiéndose los
labios
– sabes muy bien que alguien como él jamás nos amara de esa manera, mejor
ríndete, y te hare olvidarlo – ante aquellas palabras Bache se mostró
molesta, aunque al mismo tiempo algo de tristeza se reflejaba en su rostro –
solo quédate quieta y nos hare olvidarlo.
La ropa de ambas terminó en el suelo, la luz que producía la lampara de
piedra mágica, poco a poco se fue apagando hasta que todo quedó oscuro, pero
aun podían escucharse los gemidos de ambos y de la cama agitarse hasta
pasada la medianoche. Argana al igual que Bache, creía que aquella vez había
encontrado a quien seria su hombre, pero al saber quien era, se dio cuenta
que eso no era más que una fantasía infantil, ya que nunca se supo que uno
como él, se enamorara de una salvaje, o al menos eso era lo que creían, ya
que existía una historia perdida que estaba a punto de contarse de
nuevo.
La tormenta fue cada vez más intensa, las lejanas costas del reino de las
amazonas no eran las únicas que estaban siendo azotadas por las inclementes
olas, ya que en el reino de Oratoria, una catástrofe incluso peor los estaba
destruyendo, y un rugido tan potente que incluso podía estremecer el mar, el
cielo y la tierra dio inicio a la batalla, una que estaba siendo librada en
contra del amo de los mares, Leviatán había regresado, y uno a uno los
navíos enviados a someterlo, se perdían en lo profundo del océano.
Las aguas se estaban tiñendo de rojo, miles caían cada minuto, y entre los
que enfrentaban a esa calamidad, estaba un joven de cabellos blancos y ojos
rojos, que sin pensarlo 2 veces se lanzó sobre aquella bestia. Una potente
luz en su palma se volvía cada vez más intensa, y el potente grito de aquel
chico pudo escucharse a kilómetros – ¡¡¡Luz del Olimpo!!! – una potente
explosión lo sacudió todo, aquel monstruo lanzaba alaridos de dolor mientras
caía al agua.
Lo que parecía ser una estrella cayó al océano, pero este era aquel joven,
quien cansado y adolorido lentamente estaba cerrando los ojos y perdiendo la
consciencia, pero antes que su visión se nublara por completo, vio con temor
como aquel monstruo se alzaba de nuevo, y la lucha no había terminado. Su
cuerpo se hundía, la poca luz de la superficie se estaba apagando, y no supo
que más había sucedido.
Se cuenta que aquella noche miles perecieron, se cuenta que aquella noche
los héroes no pudieron salir vencedores, se cuenta, que hasta el último de
los Argonautas sucumbió ante los 3 monstruos que se creían muertos, pero que
habían sido arrojados de nuevo por el infierno para terminar con la obra que
no completaron hace más de un milenio, mientras que desde la distancia,
quien los había liberado en el mundo de nuevo, gozaba del espectáculo.
— Tal parece que esa historia que ya había sido contada se repite, pero esta vez no habrá milagro que los salve – dijo aquel sujeto sin saber que aun quedaba uno al que llamaban Argonauta, quien había vuelto a la superficie luego que el inmenso cuerpo de aquel monstruo sacudiera las agua, un chico de cabellos blancos, piel pálida y ojos rojos que ahora se encontraba, perdido a la deriva.

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